La primera vez que visité el desierto no fue con un touroperador, ni con una agencia privada, ni con un grupo organizado. Fue algo mucho más especial.
Tuve la suerte de vivirlo acompañada de mis amigos marroquíes, de pueblos del propio desierto, personas que me mostraron la esencia más pura de lo que el Sáhara significa para quienes lo llaman hogar.
Y ahí entendí algo que nunca se olvida:
👉 Hacer un tour al desierto no es solo llegar a Merzouga.
Es todo lo que sucede antes, durante y entre medias del camino.
Es cuando sus familias te abren las puertas de sus casas sin esperar nada a cambio, en Maghnia, el pueblo de Lhoussayn, el primero de su pueblo que llegó a Asturias y el que, sin saberlo, unió dos mundos.
Es ver a un niño con la camiseta de fútbol del equipo de tu ciudad y saber que es Adám, el hermano de mis amigos, al que nunca había visto pero al que reconocí al instante, y sentir que, de repente, el desierto y tu casa no están tan lejos.
Es encontrarte una boda en mitad de la carretera y que te inviten a celebrar aunque no te conozcan. Es caminar por la huerta del padre de Moha y partir una sandía en la oscuridad de la noche contra una piedra, sabiendo que ese momento no se repetirá jamás.
Es presenciar por primera vez el enterramiento medicinal en las arenas del Sáhara, algo que me impresionó tanto que aún lo recuerdo con la piel erizada.
El desierto no es un destino.
Es una experiencia que te transforma desde dentro.
El viaje: mucho más que las dunas
Un tour de 3 días es una experiencia completa:
- Ait Ben Haddou, un escenario de película que impresiona siempre
- El Valle del Dadés, con esa carretera que parece sacada de un sueño
- Las Gargantas del Todra, donde compré mis pañuelos favoritos
- Los pueblos bereberes que casi no salen en los mapas
- El mercado de Rissani, con su vida real, sin filtros
En mi primer viaje, nosotros simplemente cogíamos el coche con un destino…y parábamos donde queriamos. Una kasbah perdida.
Una carretera vacía con un paisaje que pedía a gritos una foto.
Fue un viaje sin prisas, sin horarios y sin pensar en la ruta “perfecta”. Solo vivir.
En Merzouga viví mis primeros amaneceres, mis primeras fiestas bereberes, mis primeras horas caminando sola entre dunas infinitas.
Y aunque me supo a poco… sabía que volvería.
Volví. Pero sola.
Esta vez lo hice en un viaje en grupo, y la experiencia fue totalmente distinta.
Me encontré con mucha gente en el camino: autobuses, furgonetas, viajeros de todos lados. Hablé con varios y me contaban historias de operadores que vendían tours y luego no aparecían, de gente perdida en paradas sin guía, de improvisaciones nada bonitas…
Ese viaje fue una mezcla de sensaciones, pero también fue muy humano. Viajar sola tiene algo mágico:
todo el mundo se acerca, te pregunta si necesitas algo, te cuidan.
Conductores, gente de los riads, guías que pasaban por allí… Y de ese viaje me llevé amigos que aún conservo: Ismail, dueño del campamento donde dormí; Xiomara, Tati, Delmy…
personas preciosas que hicieron que mi experiencia fuera increíble.
Y fue allí, en medio del desierto, donde lo tuve claro:
👉 Quería compartir esto.
👉 Quería que otros viajeros pudieran vivir lo mismo con seguridad, con calma y con magia.
👉 Quería crear rutas que respetaran al desierto y a su gente.
Y así empezamos a organizar viajes:
en grupo, en privado, para familias, para amigos… para todo aquel que quiera conocer la verdadera magia de Marruecos sin preocupaciones.
💬 Mi consejo sincero como viajera
✔ Vive el desierto auténtico. El verdadero. No solo el de la foto.
✔ Si puedes, duerme 2 noches. No se puede explicar, solo se puede sentir.
✔ Los viajes en grupo son perfectos si viajas solo/a, en pareja, con amigos. Siempre tendrás compañía y te sentirás cuidado.
✔ Los viajes privados son ideales si quieres salirte del itinerario turístico, parar donde quieras, y vivir el desierto a tu ritmo.
El desierto no es un destino. Es un antes y un después.